Artículo de revisión
Comorbilidad
depresión-epilepsia: de la clínica a los modelos experimentales
Depression-epilepsy
comorbidity: from clinical aspects to experimental models
Alejandro Valdés-Cruz*
Laboratorio de Neurofisiología del
Control y la Regulación de la Dirección de Neurociencias del Instituto Nacional
de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz.
Este
artículo está disponible en: https://eneurobiologia.uv.mx/index.php/eneurobiologia/article/view/2644
*Correspondencia: Alejandro Valdés-Cruz. Calzada
México-Xochimilco #101, Colonia San Lorenzo Huipulco, Alcaldía Tlalpan, C. P.
14370, Ciudad de México. Teléfono 55 41 60 50 86. Correo electrónico: alevalc@inprf.gob.mx
DOI: https://doi.org/10.25009/eb.v16i41.2644
Recibido: 26
de febrero, 2025| Aceptado: 13 de abril, 2025
Resumen
La depresión es un desorden psiquiátrico que está altamente
asociado a la epilepsia, las personas con un incidente depresivo tienen mayor
riesgo de sufrir epilepsia, del mismo modo que existe un mayor riesgo de
padecer depresión después de presentar una crisis epiléptica. No obstante, los
mecanismos neurobiológicos de esta comorbilidad no han sido descritos del todo,
lo que en la clínica compromete el diagnóstico y tratamiento de estos
pacientes. Por ejemplo, el uso de inhibidores selectivos de la recaptura de
serotonina que son fármacos seguros y de uso común en pacientes con depresión,
son motivo de controversia en pacientes con la comorbilidad con epilepsia. Para
abordar algunos aspectos neurobiológicos de esta comorbilidad se han utilizado
modelos experimentales que, a su vez, tienen sus alcances y limitaciones. Así,
el objetivo de la presente revisión es describir la relación recíproca entre la
depresión y la epilepsia cuando se presentan como trastornos comórbidos, además
de discutir acerca de los efectos positivos y negativos de los inhibidores
selectivos de la recaptación de serotonina como medicación contra la depresión,
sobre ambas patologías. Así como los aportes y retos de los modelos
experimentales de la comorbilidad depresión-epilepsia.
Palabras clave: Comorbilidad depresión-epilepsia;
depresión; epilepsia; inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina;
modelos experimentales depresión-epilepsia.
Abstract
Depression is a psychiatric disorder
that is highly associated with epilepsy. People with depressive incidents have
a higher risk of suffering epilepsy, in the same way that there is a higher
risk of suffering depression after presenting an epileptic seizure. However,
the neurobiological mechanisms of this comorbidity have not been described,
which compromises the diagnosis and treatment of patients in clinical practice.
For example, the use of Selective Serotonin Reuptake Inhibitors, which are safe
and commonly used in patients with depression. However, use in patients with
depression-epilepsy comorbidity causes controversy. Experimental models have
been used to address some neurobiological aspects of this comorbidity, which
also have their scopes and limitations. Therefore, the present review aims to
analyze the reciprocal relationship between depression and epilepsy when
presented as comorbid disorders and the positive and negative effects that
antidepressant medication with selective serotonin reuptake inhibitors have on
the course of both pathologies. As well as the contributions and challenges of
experimental models of depression-epilepsy comorbidity.
Keywords: Comorbidity depression-epilepsy;
depression; epilepsy; selective serotonin reuptake inhibitors; experimental
models depression-epilepsy.
1. Introducción
Una de las principales causas de discapacidad
a nivel mundial son los trastornos de estado de ánimo entre los que se
encuentra la depresión que, según datos de la Organización Mundial de la Salud
en el año 2023 afectó a más de 300 millones de personas, así mismo está
vinculada como una de las principales comorbilidades en personas con epilepsia,
afectando de manera sustancial la calidad de vida de los pacientes debido a un
peor control de las crisis, problemas de memoria y aprendizaje, afectaciones en
la socialización, una mayor probabilidad de desarrollar farmacorresistencia y
de cometer suicidio, esto sumado a la mayor carga económica para el paciente y
los servicios de salud.1,2
Desde el inicio de la década de los dos mil se
ha observado un incremento en la prevalencia de la depresión, la ansiedad y el
estrés en pacientes con epilepsia. El aumento es de al rededor del 20% al 55%,
afectando tanto a adultos como a niños. Estas condiciones presentan una
relación compleja y bidireccional entre la epilepsia y las otras patologías.3
La epilepsia está asociada a la depresión
debido a mecanismos biológicos intrínsecos, además de las consecuencias
psicosociales inherentes a la epilepsia.4
La interacción entre la depresión y la epilepsia ha motivado la exploración de
mecanismos fisiológicos compartidos, especialmente los relacionados con el
estrés.5
El estrés aumenta la susceptibilidad a las
crisis, debido a que el incremento de la producción y liberación de hormonas
como el cortisol en humanos o la corticosterona en roedores tienen efectos
pro-convulsivos. También hay otros mecanismos que asocian al estrés con la
propensión a las crisis epilépticas, como la pérdida de volumen en el
hipocampo, la amígdala y la corteza orbitofrontal, la desregulación del eje
hipotálamo-hipofisario-adrenal (HPA), la neuroinflamación y los cambios en los
sistemas de neurotransmisores en especial el de la serotonina (5-HT1).6
Las comorbilidades psiquiátricas en la
epilepsia se presentan en más de la mitad de los pacientes, lo que provoca que
se afecte más la calidad de vida de las personas que las padecen.7 La depresión y la ansiedad son las
comorbilidades más frecuentes, hasta un tercio de las personas con epilepsia
presentan depresión y una cuarta parte ansiedad.8
Así mismo, la incidencia de la depresión es mayor en pacientes con epilepsia si
se compara con otras enfermedades crónicas.9
En la atención clínica de la epilepsia se
recomienda que desde el momento del diagnóstico y durante todo el tratamiento,
se consideren también a los trastornos del estado de ánimo,6
con el fin de desarrollar mejores estrategias de tratamiento que aborden ambos
factores. En el tratamiento de la depresión, los inhibidores selectivos de la
recaptación de la serotonina (ISRS) son la opción principal en pacientes con
depresión.10 Sin embargo, hay discrepancias en su uso en
pacientes con epilepsia. Se ha descrito un efecto pro-epiléptico de los ISRS
expresado con un aumento significativo en la gravedad de las convulsiones.11 Además, se ha observado un efecto
anticonvulsivo en dosis bajas de los ISRS,12
por lo que su aplicación en pacientes con epilepsia sigue planteando desafíos y
controversia. En la tabla 1 se observa el efecto de tres ISRS en personas con
epilepsia: fluoxetina,13–15 citalopram,16–18 y sertralina.14,19,20
ANTI-DEPRESIVO ISRS |
PERSONAS CON EPILEPSIA |
TIPO DE CRISIS |
SEGUIMIENTO |
EFECTO SOBRE LAS CRISIS |
FLUOXETINA |
N=
17, 8 Mujeres y 9 Hombres Edad:
18-56.13 |
Crisis
parcial compleja de generalización secundaria. |
15
meses |
Disminución
en 11 y 6 sin presentación de crisis. |
N=
8, niños y adolescentes 4
Mujeres y 4 Hombres Edad:
5-18.14 |
Epilepsia
parcial criptogénica y epilepsia parcial sintomática. |
26
meses |
Agravamiento
de las crisis con ajuste de fármaco antiepiléptico. |
|
N=
9, 5 Mujeres y 4 Hombres Edad:
18-40.15 |
Epilepsia
frontal, epilepsia del lóbulo temporal, Síndrome de Lennox-Gastaut. |
12
semanas |
Agravamiento
de las crisis en 6 pacientes. |
|
CITALOPRAM |
N=
33, 16 Mujeres y 17 Hombres Edad:
19-68.16 |
Epilepsia
del lóbulo temporal. |
20-30
semanas |
Sin
cambios significativos en los parámetros de las crisis. |
N=45,
31 Mujeres y 14 Hombres Edad:
42.7 (promedio).17 |
Crisis
parciales simples, crisis parciales complejas, crisis parciales con
generalización secundaria. |
4
meses |
Disminución
significativa de las Crisis parciales complejas y en las Crisis parciales con
generalización secundaria. |
|
N=43,
35 mujeres y 8 hombres Edad:
21-49.18 |
Crisis
parciales sin generalización secundaria, crisis parciales con generalización
secundaria y crisis tónico-clónicas generalizadas. |
20
semanas |
Sin
cambios significativos en los parámetros de las crisis. |
|
SERTRALINA |
N=100,
49 Mujeres y 52 Hombres Edad:
6-62.19 |
Crisis
parciales sin generalización secundaria, crisis parciales con generalización
secundaria. |
12
meses |
La
mayoría de los pacientes (94) tuvieron agravamiento de la crisis, por
actividad epiléptica de novo, incremento de las crisis y ajuste de
fármaco antiepiléptico. |
N=
26, niños y adolescentes 13
Mujeres y 13 Hombres Edad:
8-18.14 |
Epilepsia
parcial criptogénica y epilepsia parcial sintomática. |
26
meses |
La
mayoría no presentó cambios significativos en los parámetros de las crisis. |
|
N=72,
36 Mujeres y 36 Hombres Edad:
21-75.20 |
Crisis
focales, crisis de ausencia y crisis convulsivas generalizadas. |
16
semanas |
Sin
cambios significativos en los parámetros de las crisis. |
Tabla 1. Estudios donde se utilizaron ISRS para pacientes con la
comorbilidad Depresión-Epilepsia. En la tabla se destaca el efecto sobre las
crisis epilépticas. En los nueve estudios los antidepresivos tuvieron el efecto
esperado de disminuir la sintomatología de la depresión. Los efectos
diferenciales no se le pueden atribuir solamente a los fármacos ISRS, ya que
hay una gran variabilidad entre las características de la epilepsia de los
pacientes.
2. Aspectos generales de la
comorbilidad depresión-epilepsia
En el transcurso de la vida cotidiana se podría asumir que los
estados depresivos presentes en los pacientes con epilepsia no tienen una base
neurobiológica, sino que son a causa de que estas personas tienen más
obstáculos cotidianos que las personas sanas. Sin embargo, se ha demostrado que
las dos enfermedades comparten mecanismos biológicos, neuroanatómicos,
neuroquímicos y de conectividad neuronal en su etiología, que tienen mayor peso
que el entorno social de las personas.21
La depresión presente
en personas con epilepsia no es un epifenómeno de los estados patológicos
crónicos, es una comorbilidad, es decir, una condición médica que se presenta
junto con otra pero que no necesariamente es consecuencia de esa condición.22 Existen mecanismos patológicos compartidos
que contribuyen al surgimiento de ambas afecciones. Los mecanismos compartidos
incluyen cambios en los neurotransmisores y neuromoduladores (entre los que se
encuentran GABA y serotonina), disfunción del eje HPA, disfunción de las redes
neuronales de las cortezas prefrontal orbital y medial, así como de estructuras
límbicas, estriatales, talámicas y basales del prosencéfalo; neurogénesis
aberrante, y sobreexpresión del factor de necrosis tumoral alfa y del factor inflamatorio
Interleucina 1 Beta (IL-1beta).23
Así mismo, estudios
epidemiológicos han mostrado que la depresión es más prevalente en los
pacientes que son diagnosticados con epilepsia en comparación con la población
en general.24 La epilepsia es la ocurrencia temporal de
signos y/o síntomas debida a una actividad neuronal anormal, excesiva y
sincrónica en el cerebro. La epilepsia se diagnostica si hay al menos dos
convulsiones no provocadas con más de 24 horas de diferencia y hay evidencia de
actividad epileptiforme en el electroencefalograma (EEG) o anormalidades en las
imágenes cerebrales.25 La forma más común de epilepsia en adultos es
la epilepsia del lóbulo temporal (ELT), abarcando aproximadamente entre el 25%
y el 35% de todos los casos.26
De acuerdo con la ILAE
(Liga Internacional Contra la Epilepsia, por sus siglas en inglés), la ELT se
caracteriza por convulsiones originadas en estructuras como el hipocampo, la
amígdala y el surco parahipocampal. También involucra el neocórtex temporal,
las circunvoluciones temporal superior, media e inferior, las uniones
temporal-occipital y temporal-parietal, así como áreas sensoriales.27
Estas regiones
cerebrales también se ven afectadas en la depresión. En ambas patologías se
presentan la neuroinflamación y la alteración de neurotransmisores; por
ejemplo, la disminución de la síntesis de serotonina y el incremento de la
liberación de glutamato,24 lo que sugiere mecanismos patogénicos
compartidos, validando la relación entre los trastornos depresivos y la
epilepsia.4
Los neurotransmisores
excitatorios e inhibitorios involucrados principalmente son el glutamato y el
ácido γ-aminobutírico (GABA), respectivamente, los cuales desempeñan funciones
cruciales en la regulación de la excitabilidad neuronal y la transmisión sináptica
en el cerebro.28 El GABA desempeña un papel crucial en
mantener un equilibrio inhibitorio que contrarresta la excitación neuronal,
cuya desregulación puede resultar en crisis. Los receptores GABAA y
GABAB, que presentan diversas subunidades, están presentes tanto en
terminales excitatorias como inhibitorias, de ahí su efecto a gran escala.29 El metabolismo del glutamato en el cerebro
inicia con la recaptación por medio de proteínas transportadoras localizadas en
la glía y neuronas, presentes en el hipocampo y la corteza cerebral, regulando
los niveles extracelulares de glutamato y la protección de las neuronas del
daño excito-tóxico. En individuos con trastornos depresivos mayores y
trastornos del estado de ánimo se han encontrado concentraciones elevadas de
glutamato sináptico en regiones cerebrales frontales y una disminución en la
síntesis de GABA, lo que sugiere una posible disfunción en la regulación del
glutamato, asociado con la aparición de crisis en múltiples ocasiones.29
Otro mecanismo común
es la desregulación del eje HPA, el cual juega un papel crucial en el estrés
(respuesta del organismo ante situaciones percibidas como amenazantes). Esta
respuesta activa una serie de mecanismos fisiológicos y psicológicos para adaptarse
y enfrentar las situaciones estresantes.30
Esta respuesta es normal, aunque la exposición constante a estresores puede
causar una desregulación en el eje HPA, generando neurotoxicidad en el
hipocampo y aumentando la producción de cortisol. Cuando se percibe la
situación estresante, se inicia la liberación de CRH (hormona liberadora de
corticotropina) y ACTH (hormona adenocorticotrópica) a través del eje HPA, lo
que desencadena la producción de glucocorticoides y catecolaminas.30
Durante el estado de
estrés los niveles de cortisol alteran el control de la liberación de
glucocorticoides en varios puntos del HPA. El estrés agudo o crónico aumentan
los niveles de corticosterona en plasma en ratas, similar a la respuesta de
cortisol en humanos. El cambio a largo plazo en el eje HPA, es un mecanismo
subyacente tanto de las crisis como de la respuesta al estrés.31 Estos niveles altos de glucocorticoides antes
de la pubertad afectan la expresión genética de los receptores NMDA en el
hipocampo, asociado con el aumento en la señalización de la IL-1beta en la
misma estructura. La IL-1beta se asocia con una desregulación en el eje HPA,
afectando la transmisión serotoninérgica rafe-hipocampal vinculada a síntomas
depresivos.32
Los niveles basales de
cortisol están elevados en pacientes con epilepsia y se incrementan aún más
después de las convulsiones, lo que potencialmente impacta la susceptibilidad
para presentar episodios convulsivos. También la subunidad δ del receptor GABAA
influye en las neuronas CRH durante el estrés y las crisis. En ratones en los
que se modificó el receptor GABA quitándole la subunidad δ, se observa una
reducción en los niveles de corticosterona, menor susceptibilidad a las crisis
y a comportamientos depresivos. Esto indica que la activación de las neuronas
CRH aumenta las crisis, mientras que su inhibición las reduce, junto con la
conducta depresiva.33
En pacientes con
epilepsia, la neuroinflamación está caracterizada por la liberación aumentada
de mediadores inflamatorios, se evidencía con los niveles elevados de citocinas
inflamatorias en el cerebro y el plasma. En modelos animales de depresión, el estrés
crónico induce una respuesta inflamatoria con un aumento de las citocinas
proinflamatorias en regiones cerebrales relevantes para la regulación del
estado de ánimo; además, se han identificado niveles elevados de citocinas
proinflamatorias en personas con depresión.11
La relación
bidireccional entre la depresión y la epilepsia no tiene una expresión
homogénea, por consiguiente, hay diferencia entre las comorbilidades
depresión-epilepsia con epilepsia-depresión, por ejemplo, cuando la depresión
surge como un síntoma prodrómico a la epilepsia, tiene un peor pronóstico para
el control de las crisis y los síntomas depresivos.34
Es menor el número de
investigaciones acerca de cómo la depresión incrementa la incidencia de la
epilepsia en modelos preclínicos. El estrés en etapas tempranas de la vida es
un factor de riesgo para la depresión e incrementa la probabilidad de padecer
epilepsia. En modelos animales, el estrés en la edad temprana como la
separación temprana o crianza cruzada puede acelerar la epileptogénesis.35 Los factores de riesgo compartidos aumentan
la vulnerabilidad a ambas patologías.
Los factores de riesgo
de la depresión también pueden agravar las convulsiones en pacientes con
epilepsia. La mayoría de las personas con epilepsia reporta factores
desencadenantes de las crisis, los detonantes más comunes son el estrés, la
privación de sueño, la fiebre, el consumo de alcohol, el ciclo menstrual (en el
caso de la epilepsia catamenial) y la fatiga.36
Estos factores también impactan en el estado de ánimo, lo que implica
mecanismos biológicos subyacentes compartidos.
En la clínica de la
epilepsia se ha propuesto que desde el momento del diagnóstico y durante todo
el tratamiento de la epilepsia se consideren también a los trastornos del
ánimo, esto con el fin de desarrollar mejores estrategias de tratamiento que
aborden ambos factores. En animales y humanos se ha demostrado que en la
infancia temprana y en la vejez el cerebro es altamente susceptible al estrés
debido a los cambios significativos que se experimenta en estos períodos; por
ejemplo, en la infancia los procesos de maduración como la sinaptogénesis y la
poda neuronal, y en la edad avanzada la pérdida de volumen neuronal.30 El estrés durante la infancia afecta el
desarrollo de regiones cerebrales sensibles al estrés, especialmente las
estructuras del lóbulo temporal como la amígdala y el hipocampo.37 Las experiencias estresantes durante la
infancia son comunes en todos los estratos sociales y en todas las regiones del
planeta, y se pueden categorizar en formas como abuso físico, abuso emocional,
abuso sexual, negligencia emocional y negligencia física. Estos factores no
solo desencadenan trastornos del ánimo, sino también en la probabilidad de
presentar crisis, siendo más intensas en su gravedad y frecuencia.31
Condiciones
psiquiátricas como la ansiedad, la depresión, la esquizofrenia y trastorno del
espectro autista están asociados con estrés en la infancia, lo que representa
un problema de salud debido a que cerca del 40% de niños han sufrido
adversidades en las etapas tempranas.38
Los modelos animales permiten caracterizar las alteraciones neurobiológicas
inducidas por el estrés temprano, ya sea en la infancia o en la adolescencia,
cuya determinación no es muy accesible mediante estudios en humanos. Además,
permiten delinear el mecanismo por el cual una determinada intervención ejerce
su efecto sobre un cambio neurobiológico específico. Se han desarrollado varios
modelos animales de estrés temprano que, aunque difieren en detalles, se
centran en la importancia de las condiciones de crianza.
3. Efecto
de los ISRS en la comorbilidad depresión- epilepsia
En el tratamiento de la depresión, se han
utilizado de primera línea los fármacos ISRS. El mecanismo serotoninérgico de
la depresión sugiere una disminución en su actividad; por lo tanto, cuando el
fármaco induce la inhibición de su recaptura por la reducción de la actividad
de los receptores presinápticos 5-HT1A, 5-HT2C y 5-HT3C, se presenta un
incremento de la actividad de la serotonina que se relaciona con la disminución
de la sintomatología depresiva. Se ha considerado que su mecanismo de acción
involucra tres sistemas: el serotoninérgico, las hormonas sexuales y el factor
neurotrófico cerebral (BDNF, por sus siglas en inglés).39
El BDNF es vital para la supervivencia
neuronal y la plasticidad cerebral, se ve afectado por el estrés y los niveles
de cortisol, y se ve reducido en pacientes con depresión. También hay evidencia
que sugiere el papel perjudicial de los glucocorticoides en el desarrollo de la
epilepsia; por lo tanto, el eje HPA es un posible punto de interacción donde
los antidepresivos podrían afectar la epileptogénesis y la susceptibilidad a
las convulsiones. Además, las alteraciones en los sistemas monoaminérgicos, presentes
tanto en la epilepsia como en la depresión, que a través de las reducciones de
la unión receptor 5-HTA1 podrían mediar la influencia de los antidepresivos en
las convulsiones y la evolución de la epilepsia.12
Aunque todos los antidepresivos de este grupo
actúan inhibiendo la recaptura de serotonina, tienen perfiles clínicos
diferentes. Por ejemplo, el tratamiento crónico con fluoxetina reduce la
liberación de glutamato inducida por la despolarización, lo que sugiere una
interacción entre los sistemas serotoninérgicos y glutamatérgicos, así los
agentes serotoninérgicos pueden influir en la neurotransmisión del glutamato.
Mientras que otro ISRS, el citalopram, tiene una mayor afinidad por el
transportador de serotonina y no afecta significativamente la recaptación de
noradrenalina, dopamina, ni de GABA.40
El efecto pro-convulsivo de los antidepresivos
ha generado controversia cuando estos fármacos son utilizados por personas con
epilepsia debido a las posibles consecuencias negativas.10
Los antidepresivos pueden influir en la incidencia de convulsiones de una
manera dosis-dependiente en modelos animales de epilepsia.12
Estudios en animales han mostrado efectos mixtos de los ISRS sobre la
epilepsia. Por ejemplo, el tratamiento con fluoxetina redujo las crisis en
algunos modelos, pero no en otros. Se ha demostrado que el tratamiento con
citalopram puede normalizar las concentraciones de GABA, con un efecto
anticonvulsivo en dosis bajas, pero a medida que aumenta la dosis, este efecto
se revierte. Así mismo, han sugerido que los ISRS pueden exacerbar la
frecuencia de las convulsiones, pero también se han asociado con una posible
reducción en la frecuencia de las crisis.11,12,28
4. Comorbilidad
depresión-epilepsia: de la clínica a lo experimental
La relación de la depresión y su comorbilidad con la
epilepsia es compleja, debido a que los mecanismos patofisiológicos presentan
una relación bidireccional afectándose entre sí. Las alteraciones estructurales
y en la expresión de los neurotransmisores impacta de manera diferencial a cada
una de las enfermedades. Sin embargo, muchos de los procesos patológicos aún no
son entendidos del todo. Así los modelos animales, que permiten un control
discreto de las variables, aportan datos que permiten ampliar la base de
conocimiento de esta comorbilidad.
Modelos genéticos de epilepsia en Ratas GAERS (por sus
siglas en inglés, Genetic Absence Epilepsy Rats from Strasbourg) y ratas
GEPR (por sus siglas en inglés, Genetically Epilepsy-Prone Rat),41 presentan comorbilidad con depresión y ansiedad. Las
anormalidades conductuales asociadas a la ansiedad y/o la depresión se
presentan antes del inicio de las crisis, lo que indica que no se deben a un
epifenómeno de la epilepsia. En los modelos de epilepsia crónica adquirida como
el de litio-pilocarpina o el de ácido kaínico intra hipocampal, las
comorbilidades sólo se expresan a partir del establecimiento de las crisis
recurrentes y espontáneas.42
El estrés en etapas tempranas de la vida es un factor de
riesgo implicado en muchos desórdenes psiquiátricos, puede ser una causa común
que contribuye a que la depresión y la epilepsia aparezcan de manera comórbida.3 Los niños que sufren abuso temprano no presentan reducción
del hipocampo en la adolescencia, pero algunos tienen menor volumen cerebral.
Los adolescentes expuestos a adversidades tempranas muestran cambios en la
corteza frontal y un tamaño reducido de la corteza cingulado anterior, lo que
sugiere una vulnerabilidad de esta región cerebral al estrés durante la
adolescencia.30
La utilización de modelos animales ayuda a comprender los
mecanismos neurales que subyacen a vulnerabilidades compartidas y ofrece una
vía para evaluar tratamientos farmacológicos innovadores destinados a abordar
estos problemas.31 Sin embargo, los hallazgos no son uniformes, las
experiencias tardías y el tipo de estresor, pueden tener un impacto diferencial
en la actividad del eje HPA. En la tabla 2 se muestra el efecto de diferentes
formas de estrés: agudo con inmersiones en agua,43,44 o restricción,45, crónico con restricción de movimiento media hora de 7 a 30
días,46,47, separación
materna temprana con variaciones.35,48–51
MÉTODO DE INDUCCIÓN DE ESTRÉS |
MÉTODO DE INDUCCIÓN DE CRISIS |
EFECTO SOBRE LAS CRISIS |
Restricción a 4 °C durante 30 minutos o
natación con el agua a 20 °C durante 3 minutos.43 |
PTZ
(100 mg/kg, IP) o electrochoque transcorneal máximo. |
Ambos
tipos de estrés aumentaron la latencia de las crisis causadas por PTZ y
agravaron las convulsiones inducidas por electroshock y PTZ. |
Inmersión
en agua a 27 ± 1 °C. durante 10 o 20 minutos.44 |
PTZ
(25 mg/kg, IP). |
Los
animales sometidos a estrés presentaron menos crisis clónicas y no
presentaron crisis tónicas. |
Episodios
repetidos de 30 minutos de estrés por restricción, y estrés agudo de
restricción una vez.45 |
Ácido
kaínico (20 mg/kg, IP). |
Incremento
de susceptibilidad a las crisis con el estrés crónico. |
Estrés
por restricción 30 minutos 3, 7 y 14 días.46 |
PTZ
(60 mg/kg, IP). |
Acorta
la latencia a las crisis convulsivas generalizadas y aumento de la severidad. |
Separación
materna temprana.35 |
Kindling eléctrico amigdalino. |
Aumenta
la susceptibilidad a las crisis límbicas convulsiones eléctricas y la
duración de las crisis. |
Nido
y aposento limitado.50 |
Estado
epiléptico inducido por ácido kaínico (5 mg/kg, IP con dosis posteriores de
2,5–5 mg/kg cada 30–45 min si es necesario). |
Epileptogénesis
significativamente acelerada y mayor gravedad de las crisis. |
Separación
materna en la vida temprana.49 |
Kindling eléctrico amigdalino. |
Se
acelera la epileptogénesis en la edad adulta. |
Separación
materna en la vida temprana.51 |
Kindling eléctrico amigdalino rápido. |
Sin
cambios en la epileptogénesis. |
Episodios
repetidos de 30 minutos de estrés por restricción.47 |
Kindling eléctrico amigdalino 2 veces al día. |
Acelera
la progresión de la epileptogénesis, y aumento de la duración de las crisis. |
Separación
materna en la vida temprana.48 |
Ácido
kaínico intrahipocampal ventral. |
Aumenta
la susceptibilidad a las convulsiones en incrementa el porcentaje de
actividad epileptiforme en machos. |
Tabla 2. Se muestran los
efectos de distintos tipos de estrés tanto agudo como crónico sobre varios
modelos de epilepsia experimental. Los 10 estudios usan más variables como
aplicación de antidepresivos y análisis moleculares. En la tabla sólo se
exponen los datos específicos de la relación del tipo de estrés sobre las
crisis.
Las ratas jóvenes muestran respuestas hormonales más
intensas al estrés crónico que las adultas. Tanto el estrés en la juventud como
en la adultez aumentan la ansiedad en la edad adulta; además, el estrés juvenil
causa una mayor activación hormonal que el estrés repetido en adultos, con
efectos duraderos. En la adolescencia, el estrés reduce el volumen del
hipocampo en la edad adulta, lo que se traduce en una menor exploración y
dificultades en el aprendizaje en ratas adultas. La exposición a estresantes en
etapas tempranas de la vida provoca que en la adultez temprana ante el estrés
se produzca una exacerbada activación del eje HPA.52
Se han desarrollado modelos animales para estudiar la
influencia bidireccional de ambas patologías entre los que está el modelo de
estrés crónico impredecible (ECI) y el de aislamiento social (AS). El primero,
induce conductas tipo depresivas a través de estímulos leves crónicos e
impredecibles que incluyen una variedad de estresores físicos y psicosociales;53 mientras que el segundo, induce las conductas tipo
depresivas por la nula interacción social a largo plazo de los roedores con
otros individuos.54
El modelo de AS está basado en el estrés social, utiliza
principalmente factores estresantes psicosociales,54 en ratas macho
se ha observado que este modelo incrementa el comportamiento ansioso, además de
reducir la extinción de la memoria del miedo, por lo que se puede usar como un
modelo preclínico que recapitula muchos de los resultados conductuales perjudiciales
asociados al estrés crónico durante las primeras etapas de desarrollo en los
seres humanos.55 Al buscar la replicación de experiencias adversas mediante
la exposición a la privación social temprana, como el abuso infantil, el
abandono y la negligencia, se pretende explorar las repercusiones a largo plazo
del estrés experimentado durante los primeros años de vida. El cerebro en
desarrollo es sensible a eventos ambientales, por lo que estas experiencias
provocan alteraciones en el sistema neurobiológico, aumentando el riesgo de
desarrollar psicopatologías como depresión mayor.56
El AS en roedores se ha asociado con cambios en el
metabolismo de la serotonina alterando su recambio. Roedores sometidos a AS
mostraron una reducción en la transcripción genética de los receptores 5-HT1A,
5-HT1B, 5-HT2A, 5-HT2C, 5-HT3A, 5-HT6 y 5-HT7 en la corteza prefrontal, una
reducción en la expresión de los receptores 5-HT1B, 5-HT2A y 5-HT2C en el
hipotálamo y el mesencéfalo, un aumento de la expresión del receptor 5-HT6 en
el hipocampo y reducción de los niveles de 5-HT en la amígdala.57 Los cambios en la disponibilidad de 5-HT en regiones
específicas pueden estar asociados con diferencias en la capacidad de respuesta
de los receptores serotoninérgicos cerebrales proceso que está asociado a las
conductas tipo depresivas.58
El ECI es un modelo ecológico desarrollado a partir de
observar que la exposición de roedores a estresores de pequeña y mediana
intensidad durante un periodo de 10 a 32 días provoca cambios neurobiológicos y
conductuales. Se caracteriza por una exposición constante a estresores que
varían cada día,53 que incorpora una variedad de factores estresantes, tanto
físicos como psicosociales.54 Este modelo provoca un conjunto de síntomas conductuales,
motivacionales y neuroendocrinos que se asemeja significativamente a la
manifestación de la depresión en los seres humanos. Cuando son sometidos a
estos estresores impredecibles se obtienen un impacto negativo tanto en humanos
como en roedores, debido a la incertidumbre e impotencia de anticipación.59 La exposición a estos estresores en periodos impredecibles
permite replicar de manera análoga las condiciones estresantes del medio
ambiente. Normalmente, el ECI en roedores produce conductas tipo ansiosas en 14
días, y en 21 días provoca síntomas de trastornos depresivos mayores como
anhedonia, síntoma de la depresión clínica, definida como la falta de o
ausencia de sensación de placer y desesperanza.60
El ECI induce un incremento de la CRH y de la vasopresina en
el hipotálamo, la amígdala, el hipocampo y la corteza prefrontal, que se asocia
con la disminución de los receptores a glucocorticoides. Esta desregulación del
eje HPA trae como una de sus consecuencias la muerte neuronal por
neurotoxicidad en regiones cerebrales que participan en el control emocional y
la memoria. También trae consigo una diminución en los niveles de BDNF.61 Además, se disminuyen las concentraciones de dopamina,
norepinefrina y serotonina, y aumenta las de glutamato, lo que en conjunto se
asocia con un aumento en los niveles células proinflamatorias. Este estado de
la bioquímica cerebral es parte de la causa de la sintomatología depresiva que
provoca un estado de hiperexcitabilidad neuronal que se ha relacionado con una
mayor susceptibilidad a desarrollar sintomatología de la epilepsia.62
La epileptogénesis es el proceso de adquisición y/o
propagación de tejido susceptible a presentar actividad epiléptica,63 que va induciendo un reordenamiento continuo y progresivo
de la red neuronal que provoca el desbalance entre los sistemas excitatorios e
inhibitorios del sistema nervioso central, aumentando la susceptibilidad a
presentar actividad epileptiforme.64
El modelo de kindling eléctrico amigdalino (KEA) es
un modelo de epileptogénesis inducida por estimulación eléctrica. Este modelo
involucra cambios neuronales permanentes que resultan en un estado de
hiperexcitabilidad. El KEA se caracteriza por la progresión de las crisis focales
a crisis focales secundariamente generalizadas. La progresión del KEA se asocia
al reclutamiento de diversas estructuras cerebrales a la red aberrante durante
la propagación de la actividad epileptiforme.65
En ratas, el KEA se divide en 5 fases de acuerdo con la
escala de Racine.66 Los cambios progresivos y permanentes que se desarrollan
con el kindling afectan estructuras y procesos asociados a la depresión.
Las crisis de inicio son focales y de corta duración donde la actividad
epileptiforme propaga de la amígdala ipsilateral al hipocampo ventral
ipsilateral.65 Después, las crisis son focales secundariamente
generalizadas, es decir, aquellas donde la actividad epileptiforme se propaga
fuera de las estructuras límbicas ipsilaterales, hasta presentar actividad
epileptiforme en el hipocampo de manera bilateral.67 Con las crisis
convulsivas generalizadas se alcanza un estado irreversible, los animales
pueden permanecer sin estimulación durante largos periodos y no hay cambios en
la susceptibilidad a las crisis.68 Además, a
diferencia de otros modelos, permite el control espacial y temporal de las
crisis convulsivas.
Otro modelo que presenta características adecuadas para
estudiar diferentes características de la epilepsia es la administración,
gradual y con intervalos cortos de tiempo de Pentilentetrazol (PTZ) con el cual
aparecen en un periodo de tiempo corto la aparición de crisis no convulsivas,
convulsivas e incluso estado epiléptico, la ventaja de este protocolo reside a
la aparición de distintos tipos de crisis con cierto grado de control.69
El PTZ es un fármaco que disminuye la actividad del GABA en
el sistema nervioso, es un antagonista no competitivo del receptor GABAA
que al interactuar con el sitio de unión a provoca una disminución en la
conductividad de los canales Cloruro (Cl-); en consecuencia, hay un aumento en
la excitabilidad del sistema nervioso que permite recrear crisis epilépticas
que pueden ser convulsivas o no convulsivas, dependiendo la dosificación. Este
modelo permite correlacionar la conducta observada con la actividad
electroencefalográfica y establecer una escala de evaluación que es similar a
la utilizada para el KEA, que va desde espigas aisladas acompañadas con
detenimientos suaves y/o detenimientos sin respuesta a estímulos externos;
pasando por crisis de ausencia con componentes espiga-onda y paroxismos, hasta
convulsiones con crisis tónicas o tónico-clónicas con pérdida de la postura con
o sin brincos salvajes.70
En el estudio de la epilepsia el uso del EEG es el estándar
de oro para su diagnóstico. El registro de las crisis permite analizar su
severidad y duración. Utilizando técnicas de análisis espectral se puede
conocer mejor la dinámica cerebral de la patología. Así mismo, en el estudio de
la depresión se han utilizado técnicas de actividad espectral y coherencia con
los que se han observado alteraciones en las regiones frontotemporales y
límbicas que podrían representar un biomarcador común en pacientes con depresión.71
La coherencia de la actividad del EEG permite conocer el
grado de asociación funcional entre una estructura y otra. Sin embargo, conocer
la coherencia no es un dato suficiente por sí mismo, es necesario asociar la
coherencia a una patología para poder comparar las variaciones de actividad en
cada estado entre sujetos con distintas características o que hayan sido
sometidos a condiciones diferentes.72 La conectividad
funcional se define como la correlación temporal entre eventos
neurofisiológicos distintos, donde se puede analizar la segregación funcional,
que se refiere a la actividad funcional de un área anatómica cerebral
específica y la integración funcional que se refiere a la interacción funcional
entre dos o más áreas cerebrales.73
En el estudio de la relación funcional en la comorbilidad
depresión-epilepsia se ha descrito un decremento en la actividad de las redes
asociadas con el control ejecutivo (procesos perceptivo-motores, atención,
memoria, resolución de problemas) en comparación con sujetos control. Así
mismo, se ha reportado que las oscilaciones theta (5 a 7 Hz) están envueltas en
la actividad de redes entre el lóbulo temporal y la corteza prefrontal. La
interacción de esta banda participa en la memoria y funciones ejecutivas, lo
que está asociado a los déficits cognitivos que se presentan en pacientes con
la comorbilidad, además de que en estudios de conectividad funcional se ha
reportado que la disminución de la coherencia de la banda theta es un predictor
de depresión en pacientes con epilepsia.74
Comparando la conectividad funcional de pacientes con la
comorbilidad epilepsia y depresión, sólo con epilepsia y sujetos sanos, se
reportó un decremento en la conectividad entre el hipocampo y el cerebelo en
pacientes con la comorbilidad y sólo con epilepsia. Lo cual indicaría que estas
estructuras participan en los procesos patológicos de las crisis convulsivas.
Así mismo, los pacientes con epilepsia y depresión muestran un decremento de la
conectividad funcional en el nodo hipocampo-cerebelo en comparación con
pacientes con sólo epilepsia.75
La epilepsia y la depresión están asociadas a daño neuronal
que es la base se las anormalidades en la coherencia del EEG, que se asocia con
problemas de memoria, aprendizaje y a un procesamiento emocional comprometido.74 La comorbilidad epilepsia-depresión muestra un alto índice
de anomalías en la actividad cerebral, por lo que la investigación de la
coherencia del EEG puede identificar biomarcadores predictivos de la
comorbilidad que permitan generar un mejor diagnóstico y una intervención más
eficaz.
El curso progresivo de la epilepsia se asocia con una
expansión gradual de la red epiléptica dentro del cerebro (epileptogénesis
secundaria) producida por cambios plásticos en regiones fuera de la zona
epileptogénica. Las interacciones funcionales dentro de la corteza en el curso
de su reclutamiento gradual en la red cerebral es un paso importante en la
progresión de la epilepsia,76 por lo que el efecto del estrés y la depresión puede
asociarse con un aumento en la gravedad de las convulsiones.
Usando el modelo de generación de crisis con PTZ se
describieron efectos diferenciales de la estimulación eléctrica del tálamo a
baja y alta frecuencia en la actividad espectral general de roedores.77 En ratas se ha descrito que el tejido susceptible a
presentar crisis se encuentra en un estado patológico hiperexcitable e
hipersincrónico durante las convulsiones; sin embargo, la activación neuronal
no se sincroniza hasta el final de la convulsión y la sincronización puede
facilitar la terminación de la convulsión en lugar de provocarla,78 lo que implica una dinámica compleja que depende del estado
inicial del sujeto y las condiciones presente durante la generación de las
crisis, por lo que las condiciones creadas por la depresión afectan la
conectividad funcional que impactaría en la epileptogénesis y en las
características de las crisis.
5. Conclusiones
Existen modelos
animales de epilepsia y de depresión validados, que no son tan fáciles de usar
de manera concomitante para estudiar la comorbilidad de ambas patologías. Con
la utilización de modelos de epilepsia. Sin embargo, con los datos que han
aportado dejan aun muchas interrogantes, lo que da pauta a hacer abordajes
novedosos para avanzar en el entendimiento de la relación bidireccional de la
depresión y la epilepsia.
Así mismo,
existen pocos datos de modelos experimentales que exploren la comorbilidad
depresión-epilepsia, es decir, cuando la depresión surge como un factor de
riesgo o un síntoma prodrómico a la epilepsia; por lo tanto, seleccionar un
método adecuado para el estudio de la depresión-epilepsia, es crucial
considerar diversas variables: las características de los episodios depresivos,
el perfil terapéutico de la depresión, posibles interacciones farmacodinámicas
y farmacocinéticas con medicamentos antiepilépticos concurrentes, y el perfil
de eventos adversos potenciales del ISRS específico, los cuales podrían agravar
el trastorno epiléptico.
Para estudiar la
comorbilidad depresión-epilepsia es necesaria la interacción concomitante de la
conducta tipo depresiva y las crisis convulsivas o la epileptogénesis, siendo
los modelos de inducción crónica los que pueden representar de manera ecológica
la comorbilidad. El aislamiento social a edad temprana y el estrés crónico
impredecible como inductores de conducta tipo depresiva, se pueden utilizar con
los modelos de epileptogénesis inducida en el corto plazo (ictogénesis) con el
modelo de PTZ y a mediano plazo con el KEA, así como en las crisis
generalizadas inducidas con ambos modelos. Además de que por las
características de los modelos se pueden utilizar conjuntamente terapéuticas
para ambas patologías, ya sea farmacológicas o alternativas.
El aporte de los
estudios de la dinámica de la actividad cerebral usando el espectro de
potencia, la coherencia electroencefalográfica y demás herramientas similares
en la investigación de la epilepsia es muy amplia, éstas han sido menos
utilizadas para el estudio de la depresión y sólo de manera tangencial en el
caso de la comorbilidad. Sin embargo, si se utilizan con protocolos como el ECI
y AS en concomitancia con el KEA y PTZ, se pueden identificar biomarcadores de
actividad eléctrica cerebral.
Estos modelos
podrían representar una ventaja para investigar esta comorbilidad en diferentes
niveles, desde el molecular hasta el conductual, para la comprensión de su
relación acumulativa y bidireccional.
6. Agradecimientos
Agradecimiento
al Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, proyecto
NC123240.1.
7. Declaratoria de conflicto de interés
El
autor declara que no tiene ningún conflicto de interés en el marco del presente
manuscrito.
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